
El cine de animación no disfruta de una especial buena fama. Las críticas son muy variadas. Por un lado, se le acusa de fomentar la violencia y con ello estimular la conducta agresiva de los niños. En general, se censura que fundamente su humor en la agresión y la violencia gratuita, fomentando actitudes de desprecio al otro, además de desarrollar otro tipo de violencia pasiva, la que tienen que ver con la representación de la mujer, de la niña, de los personajes femeninos en general, ya sean humanos o animales sexuados. El animé japonés está especialmente en ese punto de mira. Por otro, se denuncia el colonialismo cultural que suponen ya que la mayoría de la producción es extranjera y extraña a la cultura propia de los niños y niñas que ven tales películas. También ha sido acusado de promover una ideología conformista, conservadora, donde la resolución de conflictos se desenvuelve más desde el recurso a la fuerza bruta, o con el empleo de poderes más o menos ocultos, por encima del razonamiento y la búsqueda de consensos dialogados.
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